martes, 22 de mayo de 2007

SAN BERNARDO Y EL VIENTO

Al norte de la punta de mestizo, en el mar de las Antillas o mar caribe, existe un archipiélago, cuyas islas fueron conquistadas por Gabriel de Socane, quien le dio el nombre de San Bernardo por haber llegadas a ellas el 20 de agosto de 1.537, día del gran Taumaturgo de Claraval.
Cuenta la tradición que en años posteriores, un misionero español, del monasterio de Gumiel, cuyo nombre se ignora, queriendo entronizar la imagen de San Bernardo en las islas de su nombre, partió en una embarcación de velas, con cuatro tripulantes isleños, en vísperas del aniversario del descubrimiento de dichas islas, con el objeto de hacer misa campal en honor de ese día.
La embarcación zarpo de Cartagena de indias, pasó, como era forzoso, por Bocachica y frente de la isla de Barú, tomó rumbo al noroeste con objeto de tomar altura, pero al derribar al suroeste por causa de los vientos, la embarcación fue a dar a las bocas del río Sinú y de allí a las dichas islas pasó todo un día y una noche entre calma y “vientos contrarios”, sin poder arribar a ninguna de ellas.
El misionero español desesperado por el insuceso ordenó volver a las bocas del río Sinú, pues el agua y la alimentación se estaban agotando, para tomar el curso de este río, a efecto de decir la misa en honor a San Bernardo en la primera población o ranchería que se encontrara.
Así fue, la embarcación llego a las bocas del Sinú y con viento favorable subió, si mucho esfuerzo el cause de este río, encontrándose a pocas leguas de su desembocadura, semiocultos entre el follaje de la selva virgen, algunos bohíos o chozas de naturales asustadizos y fugitivos y allí el misionero español, como lo había prometido, entronizo la imagen de San Bernardo, en medio de la sorpresa y admiración de aquellos primitivos habitantes; dijo la primera misa campal y solemne y proclamo el nombre de aquel Santo, rey de la comarca del Sinú, a cuyo patrono espiritual se encomendaron desde entonces los naturales de esa tierra.
El sitio donde se dijo, al ocaso, esa primera misa en el bajo sinú no era caserío, ni cosa parecida sino dos o tres ranchos o viviendas de indios aborígenes perdidos en la región ignota, por la cual el misionero español no le dio nombre a ese lugar , ni mucho menos accedió dejar la imagen de un santo como los naturales querían, sino que le refirió, en presencia de los marineros isleños, la sencilla historia de su llegada hasta allí, haciendo la promesa de que esa misma imagen volvería a su debido tiempo, cuando se constituyera o fundara en esa tierra bendita una población formal.
Al correr del tiempo ese sitio fue poblado por los indios, pero así mismo, por estar a orillas del río y cerca del mar, sirvió de refugio a los isleños y esclavos fugitivos, en controversia permanente con los gentiles ”darienses” que rechazaron, en pugna abierta, la intromisión de razas extrañas en ese lugar bendito por el misionero español, por lo cual nunca jamás se pudo fundar o constituir población alguna hasta cuando la fundo, con todas las precauciones del caso, el teniente de infantería, don Antonio de la Torre y Miranda, porque los dichos indios gentiles no la dejaron formar con los continuos incendios, robos y matanza de familias intrusas.
En la mente de los naturales quedo grabado el nombre de San Bernardo y así llamaron el lugar bendito por el misionero español y en la mente de los isleños agraviados, quedo grabada también la circunstancia adversa del viento que no los dejo llegar a sus islas oportunamente y, por consiguiente, a ese mismo lugar lo designaron con el nombre de “el viento”, nombre que fue mas generalizado por resultar de personas navegantes y de mas experiencias.
Los naturales se funden en la creencia de que San Bernardo quiso darle su nombre a esa tierra, por lo cual opero el milagro de haber desviado la embarcación de las islas, encaminándola, consiguientemente a las bocas del río Sinú.
Los isleños fundan su capricho de que no fue obra de San Bernardo sino hostilidad del viento que quiso negarle estos honores al archipiélago.
Así quedo vagando, desde la antigüedad, en la mente de esa gente de criterio simplista, esa creencia o incertidumbre, que la historia ha confirmado con los siguientes hechos:
En 1.610, cuando el monarca español encomendó esa región a don Hernando de Lipar, de la capitulación o real cedula que se expidió, se designo con el nombre de “el viento”.
Cuando don Antonio de la torre y miranda, cumpliendo la misión encomendada por el gobernador español Juan Díaz Pimienta en nota de 12 de agosto de 1774, confirmada y ampliada, posteriormente, por el virrey de santa fe de Bogota, paso a la región del bajo sinú y fundo una población en el mismo lugar bendecido por el misionero español, le puso por nombre San Bernardo Abad, cumpliendo el querer y la tradición de los indios.

Sin embargo, de acuerdo con la tradición y la leyenda, se le venia llamando a esa población indistintamente, “San Bernardo” o “el viento”, pero como esos dos nombres no debían coexistir inconexos, aplicados a un mismo pueblo, don Juan José Nieto, en su obra de geografía histórica, editada a principios del siglo XIX, esto es, en 1839, armonizando la tradición de estas dos palabras, designo la tierra bendecida por el misionero español, con el nombre definitivo de SAN BERNARDO DEL VIENTO.

AUTOR : SIXTO M TORRES PALOMO

LEYENDAS Y REALIDADES DE SAN BERNARDO DEL VIENTO, BIBLIOTECA PERSONAL CARLOS TORRES F

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